Digo tu nombre y se me acelera el corazón.
Te estoy esperando en esta verdad imposible de la vida,
en este jugo de azar donde jamás se decidirá tu sonrisa.
Aquí ha dejado de existir el tiempo,
se ha detenido en esa flor,
en ese fuego de tres colores…
Y aunque el amor sea solamente un murmullo,
un fósforo encendido que no tarda en acabarse,
yo sé que estas ahí, aunque sea poco.
Dentro de esta tristeza dulce, puedo verte
sin importarme la neblina de mis ojos,
los vientos crueles y la congoja.
Realmente quiero que estés aquí;
Y te busco sin poder resistirme, sin esperanzas,
lastimándome, sólo, en este nudo,
en esta cadena hiriente, en esa luz que da hacia
otra mirada.
Y te busco como un loco que persigue a la luna,
confundiendo los olores, las fucsias fragancias,
las bellezas antológicas, los fluidos lactosas,
las mariposas y las flores; te estoy buscando sin guarda,
sin tregua y falsos obstáculos: En esta paz repentina,
tras el espejo, en estos nombres compuestos, arraigados suspiros,
en la monstruosidad de la noche, en mi pulmón roto,
Y en esta certeza de que tampoco era yo el indicado.
Digo tu nombre y hay un silencio hueco.
Y te quiero.
Te quiero no porque crea que te quiera,
Te quiero porqué contigo retorno a la vida.
Y no sé, ver juntos la luna,
y nunca serás para mí, ni en un millón de años,
porque te he pedido lo imposible.