Lo que tú quieras oír se vertirá en tu copa
cuando algún fantasma proponga mi muerte,
cuando en tal sollozo indolente abrases el cielo,
y resurja soslayando lo sombrío, lo fugaz: El eterno beso.
Hay una sensación a herida de lo que fue el rastro.
Probablemente es la insigne culpa de ser mortal,
probablemente es la pérdida funesta del sueño,
la fatiga, o la renuncia de está amarga vida sin ti
que otra vez, con singularidad, bifurca nuestros caminos.
Ah! Es cruenta esta lejanía desértica en el precipicio,
donde la danza del viento va deshaciendo mi corazón,
con no sé qué melodía perniciosa que me ahoga en el tiempo…
¡Oh y el tiempo!,
Es un universo propenso y secreto;
Es poesía empecinada y pretenciosa: de tu ARTE.
Ya siendo noche de tus ojos soy esa tortura que se hace himno,
que vas empuñando como un cuchillo en tus delicadas manos,
que te envenena hasta la fatalidad, haciéndote llaga,
haciéndote vulnerable al infierno, a lo infernal…
Y creo que con esto está de más opinar sobre lo que siento,
Si yo soy el mal!...
No seré de otra manera entonces, alcanfor.
Todo cuanto he dado es todo cuanto represento.
Ahora brinda. Brindemos por ese cielo que no te regale,
Por ese fuego que en vez de darnos calor, nos calcino.
Brindemos, por lo que fue y no será jamás;
Y nunca fue!, brindemos, porque eso es lo que sé hacer (dices),
Brindemos, brindemos, brindemos ya insoportablemente
Porque matemos de una vez a ese recuerdo de mierda!. ¡Salud!
(Y con gusto moriría muchas veces por ti… con tal de verte feliz).